Cualquier tiempo pasado.

¿Cómo te llevas con el paso del tiempo? Le preguntan a Antonio Muñoz Molina (67 años), a lo que responde: “Procuro llevarlo con dignidad, procuro no dejarme llevar por esa cosa amarga y, a veces, sarcástica, de que ahora las cosas son mucho peores que en el tiempo en el que yo era joven. Te vas haciendo mayor y hay muchas cosas que te cuesta trabajo entender, pero quiero no perder la ilusión ni la curiosidad y quiero tener cortesía hacia las personas que son más jóvenes que yo. Porque esa forma de pensar que el mundo entra en declive porque tú entras en declive me parece muy triste”.

Ese declive, en muchos casos, se viste de la sabiduría adquirida por todo lo vivido. Quizás, al ahondar en los fundamentos de la vida, se ven con una cierta condescendencia todas las nuevas modas que, como todas las modas, se componen de futilidades envueltas de un universo material. En este caso, lo que es peor no es el tiempo, sino la banalidad de todos los tiempos, incluido el de nuestra juventud.

Cuando alguna persona se cura después de una grave enfermedad, es común escucharle la reflexión de que ahora valora otras cosas menos materiales y más “auténticas”. Vivimos de forma irreflexiva hasta que la vida nos golpea y hace tambalear todo nuestro entorno material en el que nuestra máxima preocupación es lo que tenemos y no lo que somos.

Pocos se han planteado las tres preguntas: de dónde venimos, a dónde vamos y qué hacemos aquí.
Como dice mi prima Carmen, ¡es que no tenemos tiempo!

Nada mejor, para acabar, que aquello de “cualquier tiempo pasado fue anterior”

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